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viernes, marzo 29, 2024

Helen Mirren y los huevos rotos con patatas de Madrid

BERLIN.- Está a punto de recibir el homenaje de la Berlinale a su carrera y Helen Mirren, entronizada hace tiempo como figura de realeza de la interpretación, apunta que su «plato favorito en todo el mundo» son los huevos rotos, y los cocinan en un restaurante de Madrid.
«Esos con patatas fritas» añade mientras intenta recordar el nombre del local, «un restaurante antiguo» de la capital española, en un momento inicial de breve crisis técnica -el sonido parece no funcionar- durante la grabación de una entrevista con Efe en Berlín.
La actriz británica (Chiswick, Reino Unido, 1945) está en la capital alemana como invitada especial del evento cinematográfico, en el que se dará el jueves relevancia de gran festival a una carrera merecedora de Oscar, Bafta, Golden Globe y Palma de Oro (este de Cannes, en dos ocasiones).
Pero como es casi inevitable echar la vista atrás Mirren -vestida con un elegante vestido magenta- recuerda en un encuentro en un hotel berlinés que el origen de todo, el porqué comenzó a dedicarse a la interpretación, era su ansia de escapar de la realidad que le rodeaba.
«Creo que originalmente mi motivación tenía que ver con escapar. Crecí en lo que llamamos una ciudad dormitorio pequeña, en las afueras de Londres, muy de clase trabajadora, simplemente muy, muy común y muy poco interesante para mí» aclara sobre su motivación para ser actriz.
Era el «brillo y lo excitante» de la cercana Londres lo que le atraía y dice que llegó a la idea «de actuar y contar historias por escapar de la normalidad»; empezó leyendo a Shakespeare, aunque precisa que no fue por su poesía o sus ideas, sino porque encontraba a sus personajes y las historias que encarnaban «excitantes y maravillosos».
«Eso me llevó al mundo de la imaginación, al mundo del teatro, de contar historias, pero como una forma de escapar. Pero luego, al avanzar en mi carrera, en mi vida como actriz, creo que me di cuenta de que el mundo del teatro no tiene nada que ver con escapar, sino que tiene que ver con enfrentarse a la realidad de lo que es ser un ser humano en todas sus diferentes manifestaciones», asegura.
Más tarde el teatro «se convirtió en una religión para mí, en el sentido de que cumplía un papel muy importante en la vida artística de los seres humanos».
A Mirren, Oscar en 2007 por «The Queen» y nominada en tres ocasiones más por «The madness of King George» (1995), «Gosford Park» (2002) y «The Last Station (2010), se le conocen opiniones claras y fuertes sobre el papel de la mujer, casi tanto como lo son muchos de los personajes que ha interpretado.
Antes de los tiempos del movimiento feminista MeToo, nacido del escándalo que causó en el mundo del cine en 2017 las revelaciones de acoso sexual del productor Harvey Weinstein, Mirren ya tuvo que lidiar con una actitud hacia las mujeres, especialmente desde la prensa, de la que ahora ella matiza su naturaleza.
«Yo no diría que fui una víctima de la misoginia. Tuve una entrevista famosa, pero no era misoginia, era… ¿ignorancia? Quizás esa es la palabra. Era una actitud cultural como de dinosaurio», y alude a aquella mantenida en la televisión británica en 1975 con Michael Parkinson que se volvió viral.
La conversación, que por insistencia del entrevistador giraba en torno al «equipamiento» (los pechos) de Mirren, se saldó con lo que actualmente se denomina un zasca, o bofetada verbal, de la actriz, quien le espetó: «¿Acaso crees que las actrices serias no pueden tener los pechos grandes?».
«Había actitudes en los años sesenta y setenta con las que uno tenía que vivir pero eran actitudes y estas cambian», razona ahora la actriz, quien opina que «esa es una de las cosas buenas de hacerse mayor», es decir: ser consciente de que las actitudes cambian, que la gente aprende».
«Creo que de lo que tenemos que tener cuidado es de aprender de la historia y esto afecta a todo: la actitud hacia las mujeres, hacia la raza, el género…tenemos que seguir aprendiendo», insiste Mirren tras recordar los grandes cambios que hubo que asumir en una Europa de la posguerra en la que ella nació.
Esos cambios son los que asume por el hecho biológico de envejecer, territorio al que se acerca la conversación y en el que Mirren opina que «uno tiene que asumirlo según va llegando. Uno o envejece o muere joven».
Y aquí Mirren proclama, como cordial zasca a la pregunta de cómo afronta la vejez: «Lo siento tanto por Kurt Cobain, porque él nunca vio el GPS, el GPS es una cosa absolutamente brillante. Estoy tan contenta de haber seguido viviendo para ser testigo del GPS y ver cómo mi pequeño puntito azul se mueve en el teléfono, es fantástico, la cosa más maravillosa».
«Es que me encantan los mapas (…) y todo lo demás: acontecimientos extraordinarios, tragedias, cosas maravillosas», y cierra la conversación sobre el asunto: «yo quiero vivir para eso, no quiero morir joven y la única alternativa a morir joven es envejecer, así que me apunto». EFE

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