(La Paz, 23 diciembre de 2020. EFE).- Los inmigrantes y refugiados venezolanos en Bolivia trabajan por hacerse un espacio en la economía del país con emprendimientos o negocios personales y familiares que llevan su identidad en la gastronomía, repostería, peluquería u otros oficios.
El mensaje es mostrar que quienes viajaron más de 2.500 kilómetros de Venezuela a Bolivia tienen sus capacidades y que «vienen para colaborar en lo económico y sociocultural», aseguró a Efe el sacerdote Ildo Griz, director de la fundación Scalabrini.
Justamente este miércoles uno de esos espacios fue una feria ambulante instalada en pleno centro de La Paz que mostró los pequeños negocios de varias familias venezolanas que decidieron echar raíces en Bolivia y no solo quedar de paso.
LOS DULCITOS DE MABEL
Mabel, de 46 años, llegó en 2018 a Bolivia para comenzar una nueva vida junto a sus tres hijas.
Ella aprovechó su titulación en Contaduría para conseguir un trabajo como promotora de ventas en una empresa hasta que sobrevino la pandemia y quedó desempleada, un sacudón que la hizo salir de su «zona de confort» y reinventarse, recordó.
«Comencé con los dulces», dijo en referencia a su talento en repostería e hizo una jugada maestra, ya que en vez de insistir en las ciudades grandes como La Paz o El Alto, apostó por irse a «provincia» y mostrar su talento en Batallas, un pequeño poblado en el Altiplano paceño.
Allí se ganó el aprecio de la comunidad invitando a los lugareños primero sus creaciones como rebanadas de pasteles de vainilla o chocolate, además de fresas con crema, para luego adaptarlas al paladar boliviano fusionado con algo de su estilo venezolano.
«Ya tengo seis meses en Batallas y gracias a Dios me ha ido muy bien», mencionó.
El secreto de su éxito fue participar en la feria del pueblo cada sábado, algo que hizo que tenga contactos para atender pedidos especiales.