Testimonio de sobreviviente del Holocausto: En el infierno no se ve lo que yo vi

(Caracas, 26 de enero, 2024).- Arie Birnbaum, sobreviviente al Holocausto, recordó en conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto que a los 10 años su padre le dijo «se terminó todo», a un día de su cumpleaños, el 1 de septiembre de 1939, fecha en la que inició la Segunda Guerra Mundial.

Relató que a principios de 1940, tras la llegada del poder ruso a Polonia, su padre huyó a Rumania al enterarse que lo buscaban por su propiedad y posición económica, dado que «los rusos no estaban de acuerdo con que la gente tuviera dinero».

«Intentaron llevarse a mi madre, pero ella estaba enferma y entonces le negaron la asistencia médica«, confesó Birnbaum, quien además vio como su hermano era enviado a Siberia por tener un uniforme de las fuerzas militares polacas, junto a otros 2 millones de polacos.

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Junto a su madre, Arie Birnbaum fue albergado por unos amigos ucranianos de su padre, hasta febrero de 1941, cuando fueron exiliados de la ciudad, «para borrar todo vestigio de riqueza», hasta junio de 1941, cuando se marcó el estallido de la Segunda Guerra.

«El 21 de junio de 1941, empezó la primera ejecución; desgraciadamente, yo lo presencié. Fueron liquidados 40 mil judíos. Juré no ponerme la banda ni la estrella, estaba entre la multitud metido y creo que soy el único sobreviviente de aquella época», lamentó.

A final del 41, Arie sería llevado a una ciudad en Ucrania, en cubierta, un día viernes, luego de que el jueves algunos amigos llevaran a su madre, sin embargo, en la liquidación del ghetto donde estaba quedó «atrapado y solo».

Con la necesidad de algunos hombres que supieran de sastrería, y otros trabajos, Arie fue llevado por los rusos como ayudante de un sastre de pieles, y embarcado en un ferrocarril, del que saltó hacia un campo de maíz junto a un compañero que no sobrevivió.

«Yo no tenía ropa. Le quité las botas y la chaqueta y corrí campo abierto», confesó.

Birnbaum estuvo corriendo durante 7 días de regreso a la ciudad donde no fue bien recibido y volvió a escapar hasta volverse parte de un grupo de partisanos que ponía dinamita en trenes, en defensa de las fuerzas Nazis.

«En el infierno no se ve lo que yo vi. La rabia que llevaba por dentro era tan grande que si podías llevarte a un enemigo era la gloria».