(Nuuk, 9 de marzo de 2025 – EFE / MundoUR).- La riqueza en tierras raras de Groenlandia ha sido durante años un elemento clave en el debate sobre cómo sustentar una futura independencia de Dinamarca, aunque la aventura minera no acaba de arrancar y los expertos dudan de su viabilidad.
Cuando entró en vigor en 2009 el nuevo Estatuto de Autonomía, que le entrega el control sobre su subsuelo, algunos políticos especulaban con la independencia en 2021, coincidiendo con los 300 años del inicio de la colonización danesa de esta isla ártica que celebra elecciones en dos días, entre el interés del presidente de EE.UU, Donald Trump, por adquirirla.
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El Parlamento groenlandés aprobó en 2012 una ley para permitir la importación de mano de obra extranjera en grandes proyectos mineros y, más tarde, dio luz verde al primero, la mina de hierro de Isua (sur).
En medio de la euforia, un informe encargado a una comisión de expertos nórdicos apuntaba sin embargo que serían necesarios 24 grandes proyectos e inversiones millonarias para mantener el nivel de vida actual, por lo que una independencia financiada sólo con la minería era «irreal» y Groenlandia seguiría necesitando la ayuda económica anual de Copenhague (unos 550 millones de euros) «por muchos años».
«Lo que concluimos en 2014 sigue estando vigente», dice en una entrevista a EFE Minik Rosing, profesor de Geología de la Universidad de Copenhague y presidente de la comisión que elaboró ese informe.
Desde entonces no sólo no se ha abierto ninguna mina, sino que los dos grandes proyectos que había en marcha (el de Isa y otro en Kuannersuit) no han prosperado.
Inseguridad, falta de infraestructura y mercado cerrado rodea a Groelandia
«Cuando se habla de grandes yacimientos de minerales, algunos piensan en minas y dinero, pero son dos cosas distintas», afirma Rosing, de origen groenlandés.
Alude a factores como la complejidad del proceso hasta conseguir el metal, el tiempo que lleva construir una industria rentable y la necesidad de grandes inversiones en una isla de 2,2 millones de kilómetros cuadrados (el 80 % cubierto permanentemente de hielo) y algo menos de 57.000 habitantes.
«Construir un sueño basado en la creencia de que Groenlandia es especial y es el único sitio donde hay tierras raras no es por desgracia cierto. Y hay otro problema: no es un mercado abierto. Casi toda la producción está localizada en China y allí se fabrica el producto final. Es muy difícil entrar en ese mercado», señala.
Interés de la Unión Europea y de Estados Unidos
Que China controle el mercado de tierras raras y la industria para producir metales a partir de ellas ha provocado movimientos recientes, en especial, de la Unión Europa (UE), que podrían hacer más rentable la aventura minera.
La UE, que ha identificado en la isla 25 de las 34 materias primas esenciales para su transición ecológica, firmó hace dos años con el Gobierno groenlandés un memorando de entendimiento sobre materias primas, al que han seguido visitas empresariales.
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Y un proyecto minero de tierras raras (Kringlerne) al sur de la isla, con capital estadounidense y australiano, empieza a tomar forma, aunque todavía faltan inversores.
Ese proyecto se encuentra cerca del polémico de Kuannersuit, que prometía convertir a Groenlandia en el mayor productor occidental de minerales raros y 200 millones de euros anuales para las arcas groenlandesas.
Demanda millonaria y debate político
Kuannersuit fue el tema central de las elecciones autonómicas de 2021, que ganó el Inuit Ataqatigiit (IA) -del actual presidente, Múte B. Egede-, principal opositor por sus posibles efectos medioambientales al incluir uranio.
El Parlamento groenlandés aprobó en 2022 una reforma legal para prohibir cualquier mina que incluyese como producto derivado material radioactivo, impulsada por el IA y el Naleraq, la fuerza más a favor de una independencia rápida.
ETM, la firma australiana dueña del proyecto, envió a principios de febrero una delegación a Nuuk, mientras reclama en los tribunales a las autoridades danesas y groenlandesas una indemnización de 10.000 millones de euros.
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Ningún partido defiende abiertamente reabrir el proyecto, pero en el Siumut, segunda fuerza y partidario de cambiar la «ley del uranio», han aparecido grietas: Jess G. Berthelsen, presidente del principal sindicato y candidato de ese partido, ha abogado públicamente por reanudarlo.
En la campaña electoral, el IA ha propuesto crear una compañía minera estatal, una idea que el Siumut no ve con malos ojos pero a la que se opone el ala derecha del Parlamento.
El Siumut quiere reanudar las exploraciones petroleras, a pesar de la oposición interna y de que el Gobierno paralizó en 2021 la concesión de más licencias por motivos medioambientales.
Grandes multinacionales adquirieron licencias la década anterior, cuando el Gobierno abrió a la explotación una zona de la isla y se especulaba con enormes reservas bajo el mar, pero ninguna encontró petróleo y muchos permisos acabaron siendo devueltos.