Madrid, 1 abr (EFE).- Emigrar a otro país supone adaptarse a una nueva cultura, otro idioma y a un entorno diferente, una reubicación que se convierte en un doble reto para las personas autistas, como es el caso del joven venezolano David Dias, que reside en España desde hace siete años.
«Si para cualquier persona ya supone una gran desregularización cambiar de contexto y de país, para las personas con autismo afrontar tantas novedades de golpe es un doble reto», explica a EFE María Verde, psicóloga de la Confederación Autismo España.
La especialista explica que, «en términos generales, a las personas con autismo les resulta difícil afrontar cambios, novedades y escenarios diferentes a los habituales», pero puntualiza que no siempre es así porque «la diversidad dentro del espectro es infinita».
Llegar a España fue «liberador»
Con motivo del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se celebra este miércoles, Dias cuenta a EFE su experiencia en tres países: Venezuela, España y Bélgica.
En concreto, adaptarse a España no fue tan difícil como pensaba porque llegó «de un país que está en la ruina total», según dice a EFE.
El joven aterrizó en Madrid para comenzar una nueva vida porque en Venezuela la situación se había vuelto insostenible y su familia tuvo que emigrar «por fuerza económica», comenta.
En su país de origen no tuvo una vida nada fácil, sufrió maltrato en la escuela y en las calles, algo que justifica por la falta de «educación para entender lo que es el autismo».
A pesar de las dificultades, Dias terminó el instituto y comenzó la carrera de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas.
Sus últimos años allí fueron los más duros, su situación empeoró y tuvo varios intentos de suicidio. Llegar a España para él fue «liberador, escapar de una prisión donde no había ni esperanza ni futuro fue escapar de una pesadilla».
De Venezuela se llevó algunos de sus temores: «Al principio -confiesa- tenía miedo a salir de noche y no hablaba con la gente porque temía que me quisieran hacer daño».
Tras un año de adaptación en la capital española, retomó los estudios en la Universidad Carlos III y, cuando comenzó, las clases se sorprendió de las adaptaciones de que disponía, como poder examinarse con ordenador debido a su disgrafía, un trastorno que dificulta la escritura.
Durante este periodo universitario, Dias marchó a Hasselt (Bélgica) para cursar parte de los estudios con el programa europeo Erasmus. Allí percibió que «el autismo está mucho más normalizado y la sociedad está mejor adaptada».
«En Bélgica era todo tan funcional y se respeta tanto la inclusión que no sientes que eres autista», detalla el joven. Y destaca la gran presencia de personas con discapacidad en las aulas de ese país, algo que echa en falta en España.
La riqueza de la diversidad
Esa distancia es más notable en el mundo laboral. Entre el 76 y el 90 por ciento de las personas autistas están desempleadas, según la Confederación Autismo España.
Es una barrera también para este joven venezolano, que siente que muchas empresas utilizan campañas inclusivas para lavar su imagen. «Es un gancho publicitario más que una preocupación real», apunta.
Dias considera que las personas con discapacidad tienen mucho que aportar y defiende que «una sociedad diversa puede buscar muchas soluciones a un mismo problema».
Una visión con la que la psicóloga María Verde coincide. Para ella, las personas autistas aportan «una mirada libre de condicionantes sociales que muchas veces a los demás nos pesan tanto que nos limitan interpretar el mundo».
Verde cree que, para avanzar como sociedad, se necesita «un cambio de raíz en la visión de la neurodiversidad, dejar de ver el autismo como un límite o algo discapacitante y empezar a verlo como parte de la diversidad humana».
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