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Nueva ruta al este de la UE se sumó a drama migratorio en Mediterráneo

(Mediterráneo Berlín/Roma/Rabat, 11 de diciembre de 2021. EFE).- La inmigración irregular hacia la Unión Europea adquirió en 2021 matices de desestabilización política con los intentos de cruzar su frontera este en Bielorrusia, aunque el Mediterráneo continúa siendo el mayor cementerio para los migrantes que también tratan de llegar al continente a través del Atlántico.

Los más de 1.300 muertos en el Mediterráneo, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM) consolidan a este mar en un dramático primer puesto mundial, pero la ruta atlántica hacia las Islas Canarias se cobró este año casi 800 vidas, el doble que en el año anterior.

Miles de personas llegaron a Italia desde la costa norteafricana. En abril, más de un centenar murieron en un naufragio, a pesar de que las autoridades de los países vecinos fueron alertadas dos días antes.

El fenómeno se intensifica: hasta el 29 de noviembre desembarcaron 62.941 inmigrantes, el doble que en el mismo periodo del año anterior y seis veces más que en 2019, según datos oficiales.

Consecuencias de la pandemia y crisis institucional

Las razones tienen mucho que ver con la pandemia. El virus ha acentuado la crisis económica en Túnez, golpeando al sector turístico, y el flujo migratorio ya no parte sólo de la violenta Libia, sino también de su país vecino.

Así, un cuarto de quienes desembarcan en Italia (15.055) son tunecinos que huyen de una dura coyuntura económica e institucional, explica a Efe Matteo Villa, del Instituto para los Estudios de Política Internacional.

Pero hay otros motivos. El tercer grupo en llegar son bangladesíes que abandonan el sector petrolero libio y además, apunta el experto, los traficantes norteafricanos se han hecho con una «floreciente» industria naval, ofreciendo viajes más seguros y animando a zarpar.

Este es uno de los temas prioritarios para el Gobierno de Mario Draghi quien, por mucho que reclame más solidaridad a la Unión Europea, no logra su principal objetivo: modificar el Tratado de Dublín.

El pacto, que regula el derecho al asilo en Europa, estipula que sea el primer país al que llega un inmigrante el que se encargue de estudiar su acogida o rechazo, e Italia como puerta sur del continente es lo que aspira a cambiar, sin demasiado éxito, mientras su ultraderecha sigue al calor de las proclamas antiinmigración.

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