París, 5 feb (EFE).- El proyecto de reforma del sistema de pensiones del presidente francés, Emmanuel Macron, llega este lunes a la Asamblea Nacional en medio de una enrome tensión política y social, con dos nuevas jornadas de movilización sindical en el horizonte.
El Ejecutivo deberá buscar en las cámaras la mayoría que el partido de Macron no tiene para sacar adelante un texto que obliga a los franceses a retrasar dos años su retiro, con el argumento esgrimido por el Gobierno de que es la forma más justa de preservar un sistema abocado al déficit endémico.
Los «macronistas» buscarán el respaldo de los conservadores tradicionales, favorables a alargar las carreras laborales, pero cautos ante el clima de hostilidad a la reforma que se ha generado en las últimas semanas.
Aunque el expresidente Nicolas Sarkozy, todavía muy influyente en la derecha francesa, se ha mostrado partidario de la reforma de Macron, los diputados prefieren guardarse cartas en la manga para una eventual negociación que no les diluya.
Una postura constructiva que el presidente no está encontrando en los otros dos grandes grupos de la Asamblea, la izquierda, que ha contraatacado con 20.000 enmiendas al texto que promete interminables debates, y la extrema derecha, que aguarda paciente a capitalizar el descontento de las calles.
El grosor de los muros de la cámara no será suficiente para impedir que en su interior penetre el estruendo sindical contra un proyecto que eleva hasta los 64 la edad mínima de jubilación, a los 67 para cobrar el máximo, o que obliga a acumular 43 años cotizados para poder poner fin a la vida laboral.
Un retroceso social que ha restablecido la unidad de los principales sindicatos del país, rota en los últimos años, y que ha devuelto a las calles de París las imágenes de grandes manifestaciones y de bloqueos en los transportes públicos.
Dos jornadas de huelga general en las últimas dos semanas han mostrado la fuerza de los sindicatos, que ya tienen convocada otra para este martes, a la que se sumará una nueva jornada de protestas el sábado próximo.
LÍNEAS ROJAS
Mantener los 62 años como edad mínima de jubilación se han convertido en un icono para los representantes de los trabajadores y retrasarlo en la base central del proyecto del Ejecutivo, lo que dificulta encontrar terrenos de entendimiento.
La primera ministra, Elisabeth Borne, convertida en el rostro de la reforma -Macron se está quedando en un segundo plano-, asegura que trabajar más es «imprescindible» para preservar el sistema actual, en el que los activos pagan las pensiones de los jubilados.
Agrega, además, que su reforma preserva a aquellos que hayan comenzado a trabajar de forma temprana, a quienes tengan trabajos más duros y a las mujeres, que de forma generalizada han interrumpido sus carreras laborales para ocuparse de los hijos.
Este domingo propuso en una entrevista con el semanario Le Journal du Dimanche aceptar una enmienda de los conservadores para adelantar a los 63 años la jubilación de aquellos que hayan comenzado a trabajar con 21 o menos.
Pero todas esas salvaguardas no convencen ni a sindicatos ni a la mayor parte de la oposición, que ha encontrado un buen campo de batalla para debilitar a Macron.
Si el presidente no logra una mayoría parlamentaria para sacar adelante esa reforma, proyectará una imagen de debilidad que entorpecerá el resto de su mandato, el último porque la ley francesa no permite encadenar tres.
Dos escenarios tendría antes sí: un giro de timón gubernamental, con el nombramiento de un nuevo jefe de Gobierno, o la disolución de las cámaras.
Esta segunda hipótesis, la más radical, le expondría a una derrota en las urnas que le obligaría a cohabitar el resto de su estancia en el Elíseo, hasta 2027, con un Gobierno hostil.
Su popularidad no atraviesa un buen momento y la reforma de las pensiones, que los sondeos aseguran que no gusta a casi 7 de cada diez franceses, no ha contribuido a mejorarla.
Pero tampoco otros partidos, como la derecha tradicional, afrontarían unos comicios adelantados en buena posición, lo que puede llevar a los diputados conservadores a apoyar la reforma de las pensiones.
El juego parlamentario estará, en todo caso, pendiente del éxito de las protestas sindicales y su capacidad de bloquear el país, que pueden condicionar el debate de los diputados. EFE