PARTE DE GUERRA. El 9 de marzo de 2021, cerca de las 3 de la tarde, la segunda división del 4to. ejercito COVID-19 con sede en territorio venezolano, apoyado por veinte comandos terroristas de élite atacó sorpresivamente mi organismo desatando en su interior un conflicto militar inesperado, tanto por las medidas de seguridad que había estado tomando desde las invasiones a China y Europa, como por la fortaleza de un sistema inmunológico apoyado en ejercicios regulares y siembras privadas de brócoli, espinaca y ajo.
El asalto fue sorpresivo. Posiblemente con penetración por las vías respiratorias en visita a una clínica que sin duda se encontraba bajo el control secreto de las fuerzas coronavíricas. La acometida debió estar destinada a destruir mi código genético- un código programado para funcionar de 103 a 106 años en buen estado- y comenzó cuando las tropas enemigas ocuparon sitios estratégicos de mi cuerpo buscando fallas de salud y áreas desprotegidas.
A consecuencia del ataque, al siguiente día empecé a debilitarme. Esto se manifestó con cuatro síntomas que estuvieron presentes durante el tiempo de la ocupación: una fiebre hipóxica, cansancio extremo, escalofríos, y perdida del interés vital. Apenas me bajó el cortisol y cayeron las primeras células B de la memoria y miles de linfocitos defensores, mi territorio corporal ya estaba dominado por el virus. Curiosamente, gracias a los anticuerpos naturales, en ningún momento llegué a sufrir otros de los síntomas de su peligrosa agresividad. En silencio estos les preparaban una sorpresa.
Fue a los doce días de la ofensiva viral, cuando mi sistema inmunológico, decidió asumir el mando defensivo que ya yo había perdido, y en una reunión de emergencia designó un Comité de Guerra. Entre sus primeras medidas exigió el bombardeo inmediato con oxígeno para reforzar las zonas pulmonares, activar obuses y morteros neurologicos, incorporando municiones de alto calibre de vitamina C y D, y estableció un minucioso plan de liberación, que comenzó con la recuperación casa por casa de todo el organismo ocupado. Los avances empezaron a sentirse cuando miles de soldados Covidi-19 empezaron a caer en una masacre viral impresionante. A pesar de que los enfrentamientos en ciertas áreas aumentaban mi cansancio y el estrepito de la artillería me producía mareos y golpeaba la memoria, pude percibir la aniquilación que se les estaba haciendo. Muchos de sus oficiales viendo el exterminio de las tropas se dieron a la fuga. Algunos salían volando apenas respiraba o aprovechaban las tuberías de la ducha cuando me bañaba, otros, casi moribundos se lanzaban al vacío forzando los poros de la piel y saltando por donde pudieran.
Sus figuritas redondas y coloridas con cara de caramelo decorado, ahora abiertas y destrozadas por el fuego defensivo eran un paisaje realmente escalofriante.
El 2 de mayo, al amanecer mi territorio ya había sido recuperado. El sistema inmunológico regular fue restablecido y las cuatro proteínas básicas se levantaron de inmediato sobre las ruinas del ataque. En la noche escuché sonido de disparos, pero solo fue al siguiente día cuando supe que los tres generales SARS-Cov 2 que comandaban la operación se habían suicidado con sus familias en los bunker pulmonares. Varios oficiales de segundo rango siguieron sus pasos y al final de la mañana ya no quedaban las huellas de sus pasos. El virus había sido derrotado.
Es cierto que la osadía les costó la vida. No obstante, dada su estructura demoníaca sé que la batalla aún no ha terminado. A pesar de que mi PCR y la prueba de inmunización salieron negativos, dirigentes ocultos de varias cepas y nuevas mutaciones de coronavirus están en muchos rincones del planeta entrenándose para sembrar la muerte. Debido a la reducción de algunas facultades y la capacidad de dar saltos de algunos de mis dedos, no sé cuándo podré regresar de forma regular a las redes sociales, pero por ahora, le recomiendo a mis lectores aumentar las precauciones y recordar que solo hay una defensa segura contra el ataque: vacunarse, mejorar el sistema inmunológico y seguir con las reglas de protección extrema.
O. Gomas.
9 de Mayo de 2001.
Cuartel General de la Defensa.