CABO CAÑAVERAL.- Mide solo 2,5 metros de alto y está lista para estudiar a un gigante de 1,3 millones de kilómetros de diámetro. La sonda Solar Orbiter despega mañana desde Cabo Cañaveral en dirección al Sol, para escudriñar algunos de sus misterios y su relación con la Tierra.
Esta misión de la Agencia Espacial Europeo (ESA) con colaboración de la Nasa proporcionará las primeras imágenes de las regiones polares de nuestra estrella; además estudiará la heliosfera y el viento solar, para prever fenómenos meteorológicos espaciales como las tormentas solares, que puede dañar los satélites artificiales y crear otros problemas en Tierra.
Solar Orbiter, un cubo de tres metros equipado con diez instrumentos, que incorporan 6 telescopios y 27 sensores, partirá a las 23.03 horas de Florida (04.03 GMT del 10 de febrero) de la plataforma 41 de Cabo Cañaveral a bordo de un cohete Atlas V 411.
El Sol, una estrella enana amarilla de 4.600 millones de años, guarda aún secretos por desvelar y mecanismos que comprender, como los que regulan sus ciclos de once años de actividad magnética.
La sonda tratará de dar respuesta a grandes interrogantes de la ciencia espacial para ayudarnos a entender cómo nuestra estrella crea y controla la heliosfera, una gran burbuja de plasma magnetizado que rodea el Sistema Solar.
Entender y predecir la actividad solar es también fundamental para un planeta que depende cada vez más de la tecnología, con astronautas en la Estación Espacial Internacional, y que se prepara para volver a la Luna, pues las tormentas solares pueden perturbar las redes eléctricas y de telecomunicaciones en tierra y el funcionamiento de los satélites.
Los estudios de Solar Orbiter se centrarán en cuatro aspectos: cómo se genera el campo magnético en el interior del Sol, además de cómo se produce, propaga y acelera el viento solar -un flujo continúo de partículas que emite la corona solar-.
También estudiará cómo impactan en el Sistema Solar eventos repentinos como las llamaradas solares o las eyecciones coronales y analizará qué sucede en las regiones polares, consideradas clave para entender los ciclos solares de once años.
Conseguir las primeras imágenes de los polos es una de las grandes novedades de esta misión, para lo que se ayudará de la gravedad de Venus para inclinar paulatinamente su órbita fuera de la eclíptica -el plano donde orbitan los planetas- lo que llevará al ingenio a «solo» 42 millones de kilómetros de la estrella.
Sin embargo, no será la sonda que más cerca se sitúe de ella, ese récord lo tiene la estadounidense Parker Solar Probe con 6,2 millones, pero la diferencia es que la sonda de la ESA está equipada con telescopios. De hecho ambas colaborarán en algunos aspectos, pues Solar Orbiter «prestará sus ojos» a Parker.
El satélite es pionero en muchos sentidos, pues es el primero que incorpora telescopios o cámaras para tomar imágenes del Sol todo lo cerca que permite la actual tecnología.
Gracias a su instrumentación, tomará datos del ambiente que la rodea y con sus «ojos» observará lo que sucede en la estrella, para crear una imagen de lo que pasa en el Sol y cómo influye en los planetas.
Llegar tan cerca del Sol requiere de un equipamiento muy especial, pues la cara de la sonda expuesta a la estrella soportará temperaturas cercanas de 520 grados centígrados, sin embargo el lado opuesto estará a valores bajo cero, por lo que en solo tres metros habrá cientos de grados de diferencia.
Para proteger a la sonda se ha diseñado un escudo térmico que cubre una de sus caras, realizado básicamente de titanio recubierto por una sustancia de nueva creación, cuya composición incluye huesos animales, pero además ha habido que diseñar varias ventanas para los telescopios.
Solar Orbiter, con un presupuesto total de 1.800 millones de euros (1.900 millones de dólares), empezará a mandar datos a partir de junio, pero alcanzará su fase operativa total en noviembre de 2021 y se prolongará hasta final de 2026, aunque podría prorrogarse si los datos que consigue lo merece, pues ha sido diseñada para durar una década.
EFE/SPLL