NUEVA YORK.- Desde mitad de marzo, cuando empezó a registrar el impacto del COVID-19, el sistema de transporte metropolitano de Nueva York ha perdido a más de 100 empleados y en su plantilla se han contagiado casi 4.000, una muestra de los estragos de la pandemia sobre estos trabajadores de primera línea, que reivindican la importancia de su labor.
«Nos ponemos en medio del peligro como no se espera que hagan otras personas en su trabajo, y aún así, en un sentido legal, no se nos considera ‘primeros intervinientes de emergencias’. Pero realmente lo somos, y estamos sufriendo mucho como resultado de ello», dijo a Efe Mario Galvet, técnico de mantenimiento de equipos electrónicos desde hace 32 años.
Galvet, que es miembro ejecutivo del sindicato TWU Local 100 y representa a los técnicos de electrónica, tiene entre sus responsabilidades mantener el sistema de radio de la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA), con implicaciones directas de seguridad nacional, y la pandemia le hace evocar la poco reconocida implicación de los empleados de transporte el 11 de septiembre de 2001.
«MURIENDO MÁS QUE NADIE»
«En el 11 de septiembre como ahora, estamos obligados a ir a trabajar. A estar cerca de gente, del virus, limpiando superficies. Debemos subir al metro, estar en el sistema. A diferencia de la policía, los bomberos o la gente que trabaja en los hospitales, nosotros estamos viendo más muertes que nadie y no vemos anuncios agradeciéndolo, por ejemplo», lamenta este trabajador de ascendencia puertorriqueña.
«Estamos en el 11 de septiembre otra vez. Básicamente se nos borró de los libros de historia, aunque hubo casi 4.000 de nosotros allí abajo», asegura este profesional de 60 años, que adquirió un problema de salud a consecuencia de trabajar en la Zona Cero, donde fue «uno de los que respondieron inmediatamente a los daños en el sistema de radio y otros activos».
«Por dentro me pregunto, ¿por qué están muriendo tantos empleados de la MTA? La exposición a la carga viral es tal que estamos muriendo como ninguna otra fuerza de trabajo», señala Galvet, cuyo sindicato ha logrado recientemente que las autoridades compensen con medio millón de dólares a las familias de cada fallecido por COVID-19 en cumplimiento de su trabajo.
UN CENTENAR DE FALLECIDOS
Según datos proporcionados por la MTA, han fallecido por causas relacionadas con el coronavirus 109 empleados de transporte, la mayoría de ellos de los metros y autobuses de la ciudad de Nueva York, el gran epicentro de la pandemia, que estos días ha visto caer su tráfico un 95 % y por primera vez en su historia cierra de madrugada para desinfectar.
En total, casi 3.800 empleados han dado positivo en la prueba de COVID-19 desde el 15 de marzo, cuando la compañía empezó a llevar las cuentas a raíz de la muerte de su primer trabajador, lo que ha obligado a aislar en cuarentena o por precaución a miles de ellos, con un efecto notable en el servicio, que sigue siendo necesario para otros trabajadores esenciales.
Siguen en cuarentena casi 1.800 empleados, indicó una portavoz de la MTA pero más de 8.400 han vuelto ya al trabajo, como Armando Romero, un empleado de mantenimiento electrónico de 58 años que se recuperó recientemente de COVID-19 tras un mes de lucha y preocupación por su familia, que también se contagió y afortunadamente salió adelante.
«PENSABA EN LA MUERTE»
Romero, chileno nacionalizado estadounidense que trabaja desde hace dos años en la MTA y que reparte su tiempo entre la oficina y las salas de comunicaciones de radio, considera su labor “esencial” para “prevenir accidentes” y, unos días antes de reincorporarse, expresó por teléfono estar «deseoso de volver a trabajar, con máscara, guantes y todas la precauciones».
Prueba negativa en mano y optimista por la recuperación de su esposa y de su madre, este profesional relató cómo pasó de sentirse un poco mal a sufrir fuerte tos y fiebre, lo que le obligó a estar 10 días en el hospital y otros 15 de cuarentena en casa, los primeros ayudado de oxígeno y “exhausto”, al haber perdido 6 kilos en el trance.
«Pensaba mucho en la muerte», asegura Romero, quien se considera afortunado de no haber tenido que pasar por la UCI y reconoce que su exposición al virus, por el carácter de su trabajo, fue mucho menor a la de otros compañeros, como «operadores de tren o conductores de autobús», los que han sufrido el mayor impacto de la crisis.
«Lo que más me preocupa es la incertidumbre, cuándo se va a acabar esto, cuánta gente más tiene que morir», agrega el técnico, que no obstante señala la importancia de su labor y su voluntad de seguir haciéndola: «Sin nosotros el sistema no puede funcionar, son muchos engranajes y si uno se rompe, todo el sistema se va a dañar».
Estados Unidos, el país más afectado del mundo por el virus, supera ya los 1,2 millones de casos confirmados, con unos 77.000 fallecidos. El estado de Nueva York se mantiene como el gran epicentro de la pandemia, con 330.000 contagios y 26.000 decesos. Solo en la ciudad de Nueva York han muerto más de 19.000 personas.
EFE